viernes, octubre 28, 2005

LA SANGRE Y EL SILENCIO


Hace unos meses aplaudíamos la iniciativa de la Comisión de la Verdad de resarcir a las víctimas del terrorismo y de los grupos paramilitares formados en el Perú desde la década del ochenta. Hasta ahí todo bien. Luego observamos que, efectivamente, este proceso había comenzado a operar y hasta aparecieron algunos testimonios en los principales medios de prensa del país, con reportajes y demás andamiaje publicitario. Así llegamos al mes de setiembre, a Pucallpa, ciudad en la selva de nuestro país en donde un reportero radial fue muerto a balazos a los pocos días que denunciara la mano negra del alcalde, respecto a unas tierras del Estado. En Colombia, poco antes, un crimen semejante empañó al periodismo caleño. Sangre y Torturas para silenciar la verdad. Intolerancia que reina justo donde la inteligencia escasea, porque, a fin de cuentas, a esos miserables asesinos, poco les importa la vida. Entonces sería mejor que se la quitaran ellos mismos o entre ellos y que dejen al resto vivir en paz. Aunque ya sabemos que existen otros que, sin matar, protegen a las manos asesinas y esos, son lobos vestidos de corderos, con traje, diploma y una oficina en donde se ceban a costa de las penurias de otros, mientras sus sueldos son pagados con nuestros impuestos.

El asesino del periodista radial, asesinado en Pucallpa, fue detenido unas semanas después del crimen. ¿Las pruebas, los testigos? Había pruebas y testigos. Había una confesión del sicario, que consignaba como autor intelectual al alcalde de dicha localidad. Bien, todos esperábamos justicia. Pues no. La mafia pudo más, al menos hasta ahora. El asesino entró en contradicciones. Los testigos se retractaron. El pueblo no entendía nada de nada. El Poder Judicial, maniatado y dormido, abrumado por fantasmas legales, no hace más que bostezar en nuestras narices. ¿Hasta cuándo?
Se ha emprendido una campaña privada, independiente (luego colgaré aquí el link), organizada por el gremio de periodista del Perú, comités civiles pro derechos humanos y algunas otras organizaciones a favor de darle un jalón de orejas a los magistrados encargados del caso y que de una vez por todas se dejen de payasadas y se pongan a trabajar que, para eso se les paga, para hacer justicia. Acaso haga falta hacerles acordar que la justicia es ciega; aunque sepamos que ésto, es una gran utopía.





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