martes, julio 19, 2005

EQUILIBRISTAS DEL HAMBRE

junio 2005


El habanero Pedro Juan Gutiérrez dice en su libro “Carne de Perro” que cuando uno nace pobre, la mierda le cae del cielo. Una sentencia que podría parecernos fantástica a los que no somos pobres –al menos no según el INEI– pero que sería tomada con realismo y pesadumbre por los que sí lo son.

En tal caso, los especialistas han dividido la indigencia de nuestro país en dos: Pobreza y Pobreza Extrema –como si ser sólo pobre no fuera suficiente–. Pero nosotros, criollos hasta la médula, hemos inventado otra: la Pobreza Metafísica. La que si bien nos cobija bajo su halo lastimero, no nos toca, al menos no en la realidad.

Esta criolla pobreza sustenta al regateo cuando vamos de shooping, salvo en terrenos de Pitukilandia, como el Jockey. Pedir una “rebajita” es cotidiano tanto en los Quispes como en los Fernández De Silva. Es un pacto consabido entre comprador y vendedor, tan normal como el “estoy misio”, aunque no sea cierto. Inclusive nos quejamos de la perra vida: “estoy salado”. No me alcanza para inscribirme en el club, me han anulado todas las tarjetas de crédito y entonces, parecemos “pobrecitos”.

Sin embargo, a esas víctimas no se refería el escritor cubano. Sino, a personas como el 24% de peruanos en extrema pobreza, donde el 80%, como Arguedas, es rural. Vale decir, que mientras protestamos porque el ruido de los cláxones nos estresa, la cuarta parte de los pobres extremos no cuenta con servicios higiénicos y son casi invisibles, como “Los Olvidados” de Buñuel. Paradójicamente, igual que el 2004, Lima se ha hecho del galardón que la distingue como la ciudad más cara de Sudamérica. ¿Bicampeones?

Por eso, en la capital de todas las sangres, vemos el ingenio y la picardía de gente desempeñando diversos oficios para ganarle a la pobreza. Están los que pregonan en calles de ¿clase media? la compra de fierro, catres y botellas; canjeadores de ropa vieja por baldes y bateas; los afiladores de cuchillos y tijeras; los gelatineros de combis; canillitas y malabaristas; los vendedores callejeros de leche de tigre. Y dejando atrás a los clásicos anticuchos y pancitas, los paticuchos y cuellocuchos; porque ya saben cómo somos los peruanos: si nos suena la barriga, alguna cosa inventamos.

1 Comments:

Blogger Magda Díaz Morales said...

Igualmente somos los mexicanos.

sábado, 23 julio, 2005  

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