MÁS ME PEGAS, MÁS TE QUIERO
julio 2005
Es una frase que resume la condición de masoquista, que en el siglo XX, era una “perversión sexual del que goza con verse humillado o maltratado por una persona de otro sexo”, según la RAE. Ahora, ya no alude al sexo del agresor y añade: “cualquier otra complacencia en sentirse maltratado o humillado”. Es decir, que ser masoquista en el siglo XXI, ha perdido emoción.
Sin embargo los peruanos no necesitamos de prácticas flagelantes, propias del Marqués de Sade, para ser masoquistas. Más aún si somos hinchas de Kamasutra. En nuestro masoquismo criollo, el cuerpo tiene poca o ninguna injerencia. Basta con perseverar en lo que nos produce tristeza, rabia, insatisfacción, etc. conociendo o no, el placer que nos originaría.
O sea, somos masoquistas los que seguimos a la blanquirroja en cada odisea mundialista, tras 20 años de derrotas. Cómo olvidar las 5 pepas del mejor café colocho en la última fecha. Aun así, vamos a helar las cervezas, alistar las vinchas, camisetas y canchita para la siguiente.
También son masoquistas los escritores, los verdaderos, que persisten con su esquizofrenia a través de las páginas sin importarles el mundo fuera de ellas. Igualmente los confesos cachudos que continúan con su media naranja a pesar de la vergüenza porque –como cantaba José José– ya lo pasado, pasado. Lo mismo los que rajan de los talk-shows y se sientan a verlos. Los que terminan de leer un libro que a la mitad no los atrapó y muchos silvestres más que no cabrían aquí; exceptuando a la gente del Perú profundo, cuyas muestras de amor a través de los golpes podrían llegar a ser tan honestas como dolorosas.
En conclusión: para mantenerse andando en esta vida con cierta dosis de satisfacción, mientras que la buena muerte nos recoge paulatinamente, se requiere ser masoquista; al menos al mejor estilo peruano, porque sabemos que la sarna, con gusto, no pica.
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