martes, agosto 16, 2005

EDICIONES MUNICIPALES: JA, JA, JA.


No, no ha leído mal. No he querido decir “elecciones” en vez de “ediciones”, aunque ya sabemos que nuestra (aunque más parece ajena) comuna trujillana está enfrascada en la próxima campaña electoral y bueno, a los lectores y escritores que nos parta un rayo. Sé que está auspiciando el concurso de cuentos Lundero; qué bueno, pero no es suficiente. Sé que apoya un programa de poesía escolar y que seguramente ha publicado una antología de los muchachitos talentosos; me parece bien, pero aparte de sus papis y los patas del barrio o del cole ¿quién los lee? Como diría Franco de Vitta en su canción: No basta. No es por restarle seriedad al Lundero ni a los poetitas pero hablemos de un compromiso sostenido de la Municipal Provincial de Trujillo con sus cultores literatosos. Algo que demuestre una verdadera preocupación por el qué hacer literario y que no sirva para justificar el check en la agenda municipal. No pues, así no vamos a ningún lado, ciudad de la cultura y tierra de Vallejo, dónde estamos.

Existe una línea, un pequeño y lánguido renglón en el presupuesto municipal que está destinado a soportar los eventos culturales y por favor, hacer una parrillada para ponerles veredas al parque no tiene nada de cultural; ni plantar seis vetustos músicos desafinados sobre un tembleco escenario (sin costo) en alguna plazuela por la noche. Eso no. Hablemos, por ejemplo, de un Fondo Editorial. Pero uno serio, decente, inteligente y sin amarres. Sobre todo eso: sin argollas. Hablemos de publicaciones periódicas que rescaten las expresiones orales de los pueblos más alejados, claro, pónganlas en papel y presérvenlas. Con tanta alegría como vergüenza ajena he recibido dos envíos en lo que va del año, de poemarios cajamarquinos (“Pasajero Irreal” y “Esfinge Rota”) de buena calidad editorial y mejor contenido. Dos poemarios que llevan impreso en la página de los créditos la sentencia: “Edición auspiciada por la Municipalidad de Cajamarca”, qué gusto, qué envidia. Cuánto cuesta, cuánto te vale la edición: baratito nomás; en cambio acá falta auspicio, jugársela hombro a hombro, respaldo para no quedar solos y sobre todo seriedad, por que ya lo dijo Ezra Pound: todo el mundo debería de escribir poesía, pero no todos deberían publicarla. Y lo mismo con los narradores. A propósito, me acabo de acordar que en la última Feria del Libro llevada a cabo en la Plazuela El Recreo, la Región tuvo un cuchitril de uno por uno, mal iluminado, vergonzoso al que tuvo la osadía de referirse como “el stand de los escritores liberteños”. Ven a lo que me refiero. Por eso casi nadie se detenía a husmear en ese hueco. También recuerdo que la librería Adriática auspició el concurso de cuentos que repartía algunos billetes y libros pero, lo que me pareció más interesante fue el compromiso de publicar en una edición pintona, a los ganadores y finalistas. Los premios pecuniarios se repartieron tan rápido como fueron gastados y como evidencia del concurso debía de quedar el libro publicado. Perro muerto. Hasta la empresa privada nos mete perro muerto y esto ha ocurrido a inicios de año. Fresquito e inolvidable. Todavía me reúno con algunos de los concursantes comprometidos con la fantasmal publicación y, ¿saben lo que hacemos cada vez que tocamos el tema?, nos reímos. Y está bien que uno se ría de sus pesares, pero está bastante mal que la empresa privada, con sus mentiras; y las instituciones estatales, con su timidez, se burlen de nosotros.


miércoles, agosto 03, 2005

UNA LISTA COMO LA DE SCHINDLER


Para constatar la presencia del terror, no es necesario acudir a los ghettos nazis sembrados en Europa el siglo pasado. El Perú también ha tenido lo suyo. Se dice que esta historia de violaciones comenzó en 1980, con Sendero Luminoso; luego aparecería el MRTA y en los 90, el dúo dinámico: Fujimori y Montesinos, además, entre todos ellos, la niña rica: el narcotráfico.

Ahora, un cuarto de siglo después, y a medida de autobombo, el gobierno ha promulgado este 28 de julio la ley 28592 que crea el Plan Integral de Reparaciones para las víctimas de la guerra interna y sus secuelas, entre 1980 y el 2000. Más vale tarde que nunca, pero ojalá que no tarden más de los 6 meses ofrecidos en la elaboración del Registro Nacional de Víctimas, el mismo que es un trabajo conjunto de la Defensoría del Pueblo, la Comisión de la Verdad y Reconciliación y el Programa de Apoyo al Repoblamiento, entre otras. Algo tan encomiable como extraño, sobre todo tratándose de la legislación peruana, son la claridad y estructuración de dicha Ley, que, dentro de lo posible y nunca equiparable a una vida humana ni a lo que la ausencia que ésta pudiera ocasionar, intenta resarcir a las víctimas de “desaparición forzada, secuestro, ejecución extrajudicial, asesinato, desplazamiento forzoso, detención arbitraria, reclutamiento forzado, tortura, violación sexual o muerte, así como a los familiares de las personas muertas o desaparecidas”. Como se imaginarán, la lista será extensísima. Además, se agregan a ésta, los policías, soldados, ronderos, etc. heridos o lesionados en acciones violatorias de los Derechos Humanos. Algo interesante: nos dice quiénes no son víctimas: “los miembros de organizaciones subversivas”. Una Ley que no guarda la dualidad ni el esoterismo que, por lo general, suelen abrigar casi todas, y que incluye reparaciones colectivas a los poblados más afectados.

Sabemos que será imposible reparar a todas las víctimas. Sabemos también que hubiera sido mejor nunca tener que recurrir a la elaboración de semejante lista, puesto que la misma nos indica que el Estado ha fallado rotundamente en la protección a sus habitantes, acaso fin supremo de la sociedad (de sólo repetirlo se me escarapela el cuerpo, puesto que cada vez estamos más lejos de ser un “fin” y sobretodo “supremo”). Sabemos también de la desconfianza y el dolor que forman el ver que el maltrato, el abuso y la crueldad venían, en ocasiones, de las manos que estaban destinadas a protegernos: El Estado. Mas no por eso deja de ser admirable la actitud del gobierno de la chacana, que en los postreros meses de su discutida administración, nos deja a los peruanos, pero más a las víctimas, la posibilidad de limpiar la sangre y las lágrimas derramadas a través de veinte años de estúpidas muertes y atropellos; aunque sepamos que una vida, no tiene precio.
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